EL DOSMILYPICO Magazine: Céline, Louis-Ferdinand

Céline, Louis-Ferdinand

La primera noticia que tuve acerca de Louis Ferdinand Céline me llegó a través de los libros de Henry Miller que, según claramente declaraba, recibió de aquel médico y novelista nacido en 1894 una fuerte influencia. También leí no pocas referencias sobre él de Sartre y Ciorán, que vivía en París cuando literalmente “estalló” la fama de Céline con la publicación de su “Viaje al fin de la noche” todos, sin excepción, recomendaban muy especialmente que se leyera esa novela que después se consideró una de las más notables del pasado siglo difícil de superar o igualar en su género encontrando, quizás, cierta cercanía con el "Libro del desasosiego" de Pessoa.
Su lectura me impresionó muchísimo y no pocas veces vuelvo a ella en parte o en su totalidad. La simpleza con la que abre aquel viaje (“La cosa empezó así”) anuncia cosas muy importantes que después se cumplieron. Es una novela nihilista, autobiográfica sin narrar la vida del autor, pero escrita con verdadera maestría, en un lenguaje llano, a veces hasta vulgar, pero con un ritmo y una precisión admirables. Supe después que su verdadero nombre era Louis Ferdinand Destouches (“Céline” era el nombre de su madre, que adoptó como nombre literario), y que envió su novela al editor sin identificación de autor envuelta en un papel de lavandería que permitió saber quién era él, entonces un perfecto desconocido que había sido soldado voluntario (y herido) en la I Guerra Mundial y había enfrentado el problema de negarse a dispararle a un desconocido contra quien no tenía nada, y que después de licenciarse en medicina había vivido en África y en Estados Unidos, tal como su personaje, que en distintas partes de la narración se encuentra con otro que es como un catalizador o el detonante de sus aventuras.
La novela fue publicada en París en 1932 y se convirtió en un verdadero acontecimiento literario, que en 1936 fue ratificado con su segunda obra, “Muerte a Crédito”, también de un terrible pesimismo. Su posición abiertamente antisemita y no democrática dio pié a que fuera acusado de colaboracionista de los nazis, por lo que después de la derrota alemana debió huir de su país y refugiarse en Alemania y Dinamarca, en donde vivió en un asilo de menesterosos. En 1950, después de condenarlo al destierro, el gobierno francés le otorgó un perdón que le permitió regresar a Francia en 1951 en donde tras publicar otras novelas (“Banda de Guignol”, “Norte”, “Rigodón”, etcétera) murió casi olvidado en 1961.

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